
La reflexión de Ane
Lo que siempre he querido hacer, lo que me queda para siempre. Así definiría mi viaje a Senegal con Euleuk. Me sentí atraído por la transparencia, la cercanía y el entusiasmo que muestran los miembros de la asociación. Todo ello fue suficiente para considerar mi deseo como el último ingrediente y embarcarme en esa aventura. Hicimos la bebida familiar para quince: trabajo entre semana y fiesta los fines de semana.
Nos dedicábamos por las mañanas en orfanato donde hasta el corazón se le podría derretir a cualquiera. Recuerdo la música africana del lugar como si todavía estuviera allí», «Mama Africa», «Calm Down», «Africa», «Djadja», «Bébé» alegraba todos los rincones del lugar; y los chiquillos nos daban la bienvenida sonriendo, nos alzaban los brazos y nos pedían mimos.
Bass nos ha llevado a muchos sitios, nos ha enseñado mil paraísos, nos ha ayudado en mil cosas y estoy en deuda con él para darle otras mil gracias. No sabía que nadie podía estar siempre sonriente, pero sí he visto que es posible, porque Bass siempre tiene una risa brillante, sabiendo que se quedan sin gasolina en la carretera o que en el valle conducen con el coche atascado o como locos.
Gracias, Euleuk por hacer todo el trabajo que hay detrás de este logro y seguir en acción. A Jerejef, Olatz, Maider, Karmele, Luis Gutiérrez y a todos los demás. Pero a estos especialmente nombrados, a Olatz y Luis por estar tan presentes todos los días al otro lado del teléfono (y la preparación antes de irse de viaje por despejar todas las dudas) y a Maider y Karmele por ser nuestros más cordiales compañeros de viaje, siempre amigables, siempre dispuestos a dar explicaciones. Y ¡cuántos picaduras de mosquitos: exquisitos tanto por dentro como por fuera! ¡Jerejef!